El cuadro representa dos gestos, dos abrazos: el abrazo de Don Bosco a los jóvenes y el abrazo de Dios a su hijo en las marionetas. Y es que sólo la paternidad que se traduce en gestos concretos de cariño y cercanía podían responder a las necesidades más profundas de los jóvenes. Sólo una acción educativa como la de Don Bosco, impregnada de la fe en un Padre bueno y cariñoso, y que miraba más allá del entretenimiento, podía llenar los vacíos corazones de jóvenes sin padre, sin horizonte, sin normas, sin afecto…
Permitidme que termine alejándome del cuadro para aterrizar en el día de hoy. Pienso que, como en el caso de los jóvenes con los que vivió Don Bosco, también hoy los jóvenes, en ocasiones, viven solos, llenos de cosas materiales pero sin el afecto paterno. Llegan a casas vacías, viven en familias desestructuradas, sin posibilidad de diálogo… ¿No es ese uno de los retos de hoy?
¿No es una llamada a convertir la paternidad en gesto? Sólo la paternidad hecha gesto puede ser la respuesta a estas necesidades y la respuesta para quienes se sienten llamados a ser signos y portadores del amor de un Dios al que llamamos Padre.
Por eso, cada escuela, cada centro juvenil, cada plataforma educativa, por sencilla que sea, si tiene una identidad clara, con las raíces puestas en una experiencia de la paternidad de Dios, en el ejemplo de Don Bosco y en el Evangelio, puede llegar a ser padre, madre, ¡familia! … de cada joven, hijos e hijas queridos por Dios.
¡¡Feliz día de Don Bosco!!
Abel Domínguez
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